Había una vez un leñador muy humilde, que vivía en una pobre
cabaña de madera a las afueras de Segovia, cortaba leña de las zonas cercanas
al Monasterio de Santa María del Parral y cerca también de los bosques que
rodeaban el Alcázar Real de la población.
Este buen hombre, además de ser muy humilde, en el aspecto
económico puesto que no tenía tierras y sólo tenía su hacha y sus fuerzas para
mantener a su familia, era también muy creyente y temeroso de Dios.
Se acercaba el tiempo de adviento y un buen día el leñador,
fue a buscar leña para la candela y hojas para hacer una corona de adviento.
Mientras andaba por el bosque, se topó con unos nobles que
andaban de cacería y al verlo le preguntaron, al responder que la leña iba para
dar de comer a su familia no pusieron objeción alguna, pero cuando respondió
que las hojas verdes iban para la Corona de Adviento los jóvenes se mofaron de
él y de sus creencias, diciendo que eso eran cosas de tiempos pasados.
Pasó la fiesta de Cristo Rey y llegó el primer Domingo de
Adviento, el leñador a pesar de la nieve se acercó muy temprano al Monasterio
para participar de la Eucaristía de ese día, tras volver encendió su propia
corona de adviento.
Sucedió que la noche se acercaba y de repente aquella tarde
tan fría llamaron a la puerta de su humilde cabaña, eran los mismos jóvenes que
días atrás se mofaron de él por sus creencias, ahora ellos necesitaban que el
leñador les diera cobijo en su morada para no perderse en la tormenta de nieve
y poder morir de frío.
Cuando entraron encima de la humilde mesa se encontraba la
hermosa corona con su primera vela encendida, allí los jóvenes contemplaron la
belleza de la misma acompañada del calor
y la luminosidad de la chimenea cercana.
Entonces quisieron saber más de aquella tradición, dieron
las gracias al labrador y agradecieron que esa vela tan humilde fuera motivo de
alegría, ni los adelantos de aquellos tiempos daba tanta felicidad como la luz
de aquella Corona de Adviento.
Agradecieron al leñador las atenciones prestadas y poco
tiempo después ofrecieron trabajo al leñador y vivienda , para devolver toda la
caridad prestada.
Es una historia de tiempo antiguo, pero que podemos aplicar
a nuestros días lo material nos hace feliz solo un tiempo, lo humilde lo ganado
con el esfuerzo nos da mucha más ilusión. Ilusión en tiempo de Esperanza ,
ilusión por las tradiciones que nos llevarán a la verdadera celebración del
tiempo que se acerca, la Navidad cuyo verdadero significado es el Nacimiento
del Hijo de Dios.
Texto Jara
Foto Jara
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