Hay una historia que cuenta un hecho real sucedido en épocas
remotas.
Sucedió que el Martes de Carnaval los Señores de la Villa
solían realizar un baile y posteriormente dar una cena a sus invitados con ello
se despedía al Carnaval y al día siguiente los Señores de la Villa daban
ejemplo siendo los primeros en asistir a la celebración de la eucaristía en la
cual se ponían las cenizas como símbolo de la llegada de la Cuaresma.
Ocurrió que la tarde de martes de Carnaval poco antes del
ocaso, los sacerdotes y sus ayudantes estaban descargando de un carro los sacos
de cenizas a repartir por las Parroquias de la Villa y las pedanías cercanas,
pasaron por delante de la puerta de la Parroquia un grupo de jóvenes de
familias nobles que se dirigían hacia el Palacio al baile, los jóvenes iban ya
casi derrotados por el licor de Baco cuando a alguno de ellos se le ocurrió la
idea de jugar con las cenizas, allí que fueron apartando a las personas que
estaban descargando los sacos con las cenizas, se llevaron varios sacos y
empezaron a ensuciarse y a ensuciar a todo el mundo y las paredes cercanas.
Un hombre piadoso que estaba ayudando a descargar las
cenizas dijo que Dios haría pagar aquella afrenta, lo que dio una idea a uno de
los sacerdotes.
Estaban por allí los vestidos de una danza de la muerte que
se celebraba en el lugar, y ataviaron con ellos a varios hombres.
Horas más tardes cuando los jóvenes que habían hecho aquella
calaverada bajaban por la misma calle, se volvieron a encontrar el carro con
los sacos de cenizas y cuando el cochero, vestido en forma de esqueleto se
dirigió a ellos, se asustaron e intentaron correr por todos los lados, salían
esqueletos con antorchas y algunos con palos y guadañas.
El estado de embriaguez de aquellos jóvenes hizo que
entraran en la iglesia, en el momento de la entrada sonó el imponente órgano y
un sacerdote empezó a recitar frases que tenían que ver con el miércoles de
ceniza.
Los jóvenes buscaron la sacristía, donde el sacerdote que
había urdido todo el plan les estaba esperando, al llegar los jóvenes contaron
la historia, a lo que el sacerdote dijo que eran invenciones de personas que habían
bebido más de la cuenta, invitó a los jóvenes a que durmieran en un salón y que
al día siguiente se confesaran por sus pecados.
Los jóvenes fueron a dormir y durante un rato bastante largo
el órgano sonó y aquellos danzantes de la muerte fueron apareciendo.
A la mañana siguiente, fueron buscando la confesión y la
imposición de las cenizas, fueron perdonados y aprendieron la lección.
El sacerdote maestro de la escena quedó feliz, jamás se
habían confesado aquellos pilluelos y siendo más pillo que ellos consiguió que
se arrepintieran de todos sus pecados.
Cuaresma tiempo de perdón, tiempo de penitencia , un tiempo
para reflexionar y para aprender.
Texto Jara
Foto Jara