sábado, 10 de enero de 2015

Señor de Pasión, una Historia de Devoción




  


La noche era fría y lluviosa, el Maestro observaba para que todo estuviera dispuesto, para que la obra que tanto tiempo había estado en su taller y cuanto sacrificio le había costado realizar no sufriera un percance de última hora.

El carro estaba ya en el patio de la casa, un arcón preparado y un jergón de paja protegerían la talla durante el traslado, aparte hermanos con antorchas y algunos alguaciles acompañarían el camino para evitar la eventual presencia de salteadores.

La comitiva comenzó a caminar, el arriero, era ya conocido del Maestro, pues era persona de toda confianza que ya había realizado otros trabajos para el escultor tiró suavemente y el carro avanzó enfilando una calle que era un lodazal y que necesitaba de alguien con mucha experiencia para que el carro no quedara atascado.

El escultor temía que tras mucho trabajo, noches en velas y horas de modificar bocetos, la obra estaba a punto de ser entregada, pudiera ocurrir algo no deseado, por eso mientras avanzaba con toda la comitiva, rezaba sus oraciones para que Dios guiara el camino y nada malo ocurriera.

Poco a poco se visualizaba la Casa Grande de la Merced Calzada el Carro entró, allí los hermanos de la Hermandad se hicieron con el cajón, siempre en presencia de los frailes, y lo trasladaron al lugar donde la tarde siguiente sería puesta al culto la talla, eran pocos los que conocían la imagen, y ninguno podía hablar, la tarde siguiente sería la de su puesta al culto.

Martínez Montañés volvió a su casa, la primera parte se había conseguido, ahora quedaba la impresión que aquella Imagen daría, el Maestro temía la opinión de la gente y de algún otro escultor que quisiera echar por tierra tan costoso trabajo.

No pudo dormir aquella noche y tuvo pesadillas, la mañana había llegado y apenas tenía apetito, tampoco almorzó y pronto se dirigió a la Casa Grande Mercedaria. Ocupó su sitio y siguió atentamente la celebración.

Llegó el momento de que el pueblo observara la nueva talla y por la capilla del convento apareció un Nazareno en una humilde parihuela, no llevaba la cruz, puesto que los frailes al ver tal maravilla, habían decidido que la Cruz se la pondrían durante la celebración para que la Cruz no tapara el rostro de la imponente talla.

Un gran silencio llenó la Capilla, todas las miradas se dirigían  a aquella maravillosa obra.
Aquella noche Martínez Montañés pudo dormir con tranquilidad, la obra había creado gran sensación y pronto corrió la noticia y mucha gente se estaba acercando para ver al Señor de Pasión. Martínez Montañés había creado una talla para evangelizar.

Y hoy El Señor de Pasión, talla del siglo de Oro, sigue evangelizando en su Capilla de el Salvador, en una época en la que escribía Cervantes o Lope de Vega, Martínez Montañés creó una Imagen para la historia, Imagen que cuatro siglos después sigue siendo la más perfecta nunca tallada en Madera.

Foto Maria del Pilar Pérez
Texto Jara

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