jueves, 11 de febrero de 2016

Los tres pícaros. Leyenda de Cuaresma



Llegaron tres pícaros a un pueblo durante las fiestas de Carnaval, ninguno de los tres se conocía pero fueron a  dar en un mismo lugar.
El primero de ello se hacía pasar por ciego, como el del Lazarillo, más bien lejos de la realidad no era ciego y las bolsas llenas muy bien veía. Se ponía en las puertas de las Iglesias a sus lamentos narrar y tras pasar por Dos conventos llegó a  la Catedral.
El segundo Miles Gloriosus de mil batallas inventadas, ficticias heridas narraba mientras a las mujeres pena daba.
El tercero más lisonjero se hacía pasar por limosnero, de muy lejos venía aquel fraile que nadie conocía.
Fue terminar el Carnaval, llegar la Cuaresma, que gran oportunidad que es en ese tiempo cuando hay más caridad. Como la misa grande se celebraba en la Catedral allí los tres acudieron sin saber como la cosa iba a acabar.
Al llegar el limosnero vio allí al tullido y al ciego y como bula del obispo tenía, al ser día de ayuno y por ser como dice el evangelio que no se sea, ofreció limosna a los otros dos para que todo el mundo lo viera y les hizo confesar para tras la misa siendo día de ayuno invitarlos a almorzar.
Al llegar la Confesión los dos primeros cantaron, el falso ciego un error  cometía al pedirle de la bolsa más pecunia y alegría.
Se dio cuenta el falso fraile y llamó al segundo fanfarrón, el soldado de mil batallas que en ninguna participo, mando de mientras penitencia al primero que como arrepentimiento rezará un par de credos y a su bolsa devolviera el dinero.
El supuesto fraile listo al quitarse al primero a un verdadero soldado había por allí visto y con toda la caradura del mundo fue a quitarse al segundo.
Allí en el confesionario el Miles Gloriosus sus batallas narraba y allí nada callaba, lo hizo sin prudencia y con muy poca inteligencia, pues a aquel fanfarrón justo a  su lado un maestre de campo escuchaba con poco agrado. Lo mando el pícaro de fraile disfrazado que ante el sagrario rezara arrodillado.
Y justo cuando se acercaba tanto al que se pasaba por ciego como al que se pasaba por soldado , el que por fraile se había pasado allí se puso a gritar que aquellos dos pillos en el infierno tenían la eternidad que pasar.
Llamando la atención un verdadero fraile lo reconoció, identificándolo como aquel que en un camino lo había asaltado, llevándose el saquito para la Gloria de Santa María recaudado.
Curioso fue el caso que fue dentro del templo y aquellos tres apicarados se llamaron a  Sagrado.
Se acercó el Obispo y les puso una imposición que fueran al cercano monasterio pidiendo a todos perdón .
Así lo hicieron por todo la Villa y para esquivar la justicia terrenal los hábitos tomaron los tres sin rechistar.

Y ahora todos los años cuando llegan la Cuaresma allí los tres recuerdan que el tiempo de Limosna, Oración y ayuno llega, para que el mundo sea mejor.

Texto Jara
Foto Jara

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