jueves, 2 de noviembre de 2017

Ánimas para la Vanidad. Leyenda de día de Difuntos



La misa había terminado en la Catedral de Sigüenza, la tarde de otoño era casi invernal, mientras los Señores se dirigían hacía la fiesta que habría hasta el toque de ánimas, los sacerdotes iban hacia sus residencias.Todos menos uno, que siempre aprovechaba para escaquearse,  aún había claridad de tarde pero el cielo estaba nublado, pronto el alguacil y sus corchetes irían encendiendo los candiles y se cerrarían las puertas de la villa, pero mientras en el palacio se agasajaba la merienda del día de Todos los Santos con baile incluido.

Aquel joven que por circunstancias de la vida se vio forzado a buscar el pan en la vida sacerdotal no cumplía ni una regla a las que estaban sometidos los jóvenes sacerdotes y los que aspiraban a dirigir las Parroquias de la Zona. Más bien desde su sitio de procedencia dónde tenía amistades en la parte alta de escalafón social  había llegado aún con su falta de humildad. Había tenido que salir por una pendencia y había tenido que huir millas y acogerse a sagrado.

Pero la entrada en la vida sacerdotal no había servido para nada, rondaba rejas de señoras influyentes, buscaba ser confesor de las mismas, así mismo siempre estaba cercano a los Conventos de la Villa. Al ser bien visto por la nobleza de la zona esa noche acudía al palacio, para agasajar y ser agasajado.

Hartos de su forma de actuar y con la ayuda de algunas personas influyentes, el deán de la Catedral y el Obispo le habían preparado una pequeña triquiñuela para ver si escarmentaba.

Con el toque de ánimas , se acabó el sarao y los carros estaban preparados para llevar a los participantes a sus respectivos hogares.

El sacerdote tenía también un asiento en un coche de un matrimonio que aquella noche fue invitado a quedarse en el palacio, intentó el sacerdote quedarse para dar por la mañana la primera misa del día en la Capilla, pero ese privilegio lo tendría el obispo, por lo tanto tuvo que partir con poco agrado.

Le esperaba el cochero y el carruaje empezó a andar por las calles, había llovido los días anteriores por lo que a la altura de un cementerio parroquial el carro quedó atrapado entre el barro, pidieron el cochero y el acompañante del pescante ayuda al sacerdote para que les ayudará a sacar el carro puesto que no les gustaba el sitio donde había quedado atrapado el mismo.

Se negó el sacerdote diciendo que su condición no era la de ensuciarse y más en día tan señalado y aduciendo que su residencia estaba al lado mismo  solo tenía que bajar la calle.

Dejó atrás a los criados que habían encendido dos arcabuces por si las moscas y se puso a caminar, pero se llevó una desagradable sorpresa al girar una esquina se encontró con una procesión de ánimas, ya fuera por miedo a lo que vio o por ser reprendido se puso a correr en dirección al carruaje, sin salir del susto voz alguna de los labios, viendo los dos del carruaje que alguien se acercaba corriendo y en tal noche lo tomaron por un salteador o algo peor y le dispararon, cayendo el sacerdote vanidoso en el suelo , llegaron los criados y vieron quien era pero por caridad cristiana no lo dejaron a su suerte. Se desbloqueó la rueda del fango y empezaron a andar, encontrándose con la procesión de ánimas. Los criados si sabían que existía, mientras el vanidoso como todos los años se la saltaba no.


Se recuperó el Sacerdote , pidió perdón a todos y partió hacia un destino más tranquilo, llevando consigo el ridículo tan grande que hizo en la Villa del Doncel la noche de ánimas.


Texto Jara
Foto Jara

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