Las casitas bajas
pasaron,
en bloques y
torretas se convirtieron,
pero los
recuerdos perduraron
y las devociones
grandes se hicieron.
Querían tener una
Hermandad
los que llegaron
de Triana
y otros barrios
de la ciudad,
y el sueño se
hizo realidad.
Hoy faltan muchos
de ellos,
pero sus
costumbres corraleras
viven en los
destellos
de las
generaciones venideras.
La furia del
Tamarguillo
puso en pie a los
valientes,
el Lunes Santo es
el brillo
que homenajea a
su gente.
Con el Sol del
mediodía
se inició el
largo camino,
la Hermandad
es Cofradía
arropada por sus
vecinos.
Texto; JanRoc
Foto; Archivo JanRoc
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