A ti se dirige nuestra mirada
con mayor conmoción;
a ti recurrimos con confianza más insistente
en este tiempo marcado
por muchas incertidumbres y temores
por la suerte presente y futura
de nuestro planeta.
A ti, primicia de la humanidad
redimida por Cristo,
finalmente liberada
de la esclavitud del mal y del pecado,
elevamos juntos
una súplica ferviente y confiada:
Escucha el grito de dolor de las víctimas
de las guerras
y de numerosas formas de violencia,
que ensangrientan la tierra.
Disipa las tinieblas
de la tristeza y de la soledad,
del odio y de la venganza.
Abre la mente y el corazón de todos
a la confianza y al perdón.
Madre de misericordia y de esperanza,
obtén a los hombres y a las mujeres
del tercer milenio
el don valioso de la paz:
paz en los corazones y en las familias,
en las comunidades
y entre los pueblos;
paz, sobre todo, para las naciones
donde cada día
se sigue combatiendo y muriendo.
Haz que todos los seres humanos,
de todas las razas y culturas,
encuentren y acojan a Jesús,
que vino a la tierra
en el misterio de la Navidad
para darnos "su" paz.
María, Reina de la paz,
danos a Cristo,
paz verdadera del mundo.
Plegaria de San Juan Pablo II , 8 de Diciembre de 2003
Foto Jara
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