viernes, 14 de diciembre de 2012

Sentimientos de Esperanza. María Santísima de la Esperanza Macarena. Por Ángel Hérnandez Torres





Hay fechas que se quedan grabadas en nuestros corazones y que nos acompañan para el resto de nuestros días. Las sensaciones que uno llega a sentir o a percibir, alcanzan tal naturaleza que convierten esos momentos irrepetibles en pasajes que permanecen firmes en la memoria y que se hacen presentes cada día para recordarnos quiénes somos, de dónde venimos y por qué un día, una tarde, rodeado de hermanos y gente querida, uno adquiere lo que para alguno puede ser una “marca o una moda”, mientras que para mí es parte indispensable en mi proyecto personal de vida.

Cuando te arrodillas ante los Textos Sagrados y juras cumplir las Reglas de la Hermandad de la Macarena, no es un ritual estatutario el que se lleva a cabo. ¡Todos nacemos macarenos! Habrá quien piense que ésta es una afirmación gratuita propia del fanatismo religioso o devocional que a muchos se nos asigna. Pero nada más lejos de la realidad. Por María, por Nuestra Esperanza, por su intercesión infinita, vamos al encuentro de Su Hijo, el Salvador, que tras ser Sentenciado a muerte, resucitó por todos y cada uno de nosotros. Y junto a Él, nuestro corazón se va tiñendo día a día de ese verde único, de un verde Esperanza, que sólo los que hemos escuchado su llamada, somos capaces de poner en valor el carisma macareno. Tras la dulce y misericordiosa mirada de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, están los ojos de la Madre, que desde su Camarín de Gloria está atenta a todas y cada una de las peticiones, de las jaculatorias y oraciones que le hacemos a su Hijo. Las bodas de Cana de Galilea están presentes cada día para Nuestra Esperanza, quien desde su admirable condición de humildad y discreción, y con el único protagonismo que el de ser la Madre de Dios, nos entrega su Amor sin condiciones.

De este modo, este macareno llega a alcanzar la felicidad por medio de la fe, de la devoción, del cariño y del compromiso por y para unos Sagrados Titulares y para una hermandad que me invita a la oración, a la caridad, a la evangelización… Y que una vez al año, en la noche más maravillosa para los cristianos, quien tiene el honor de escribir este post, se siente el ser más privilegiado del mundo.

Nuevamente es Ella la que se ofrece. Ella te elige, te llama, te pide… pero no cómo lo hacemos nosotros cuando tenemos un problema, o cuando el dolor hace mella en nuestro corazón. No, las llamadas de la Macarena son siempre dones, concesiones y, por qué no decirlo, milagros. ¿Verdad mi querida Claudia?

Y así, por obra y gracia de Nuestra María Santísima de la Esperanza Macarena, me convertí en “sus pies” tras seis o siete años desplazándome a Sevilla para hacerme con un hueco en la mejor cuadrilla de costaleros de la Semana Santa hispalense. Año tras año constataba las dificultades que entrañaba tal propósito y año tras año regresaba sin que mí ansiado deseo se viera cumplido. Pero siempre me quedaba la satisfacción de compartir unas cuantas horas con mis hermanos macarenos y la certeza de que cuando Ella quisiera habría un sitio esperándome. Y un día tuve la fortuna de encontrarme entre los elegidos  para optar a la única vacante producida, la cual era pasaporte para escuchar el golpe del llamador del dragón herido que cada Madrugada de Viernes Santo golpea Antonio Santiago cuando llama a sus costaleros del palio de la más Grande, la más Hermosa, la Reina de las Reinas, la Madre de Dios,… la Esperanza, Nuestra Esperanza Macarena.

Junto con otros siete hermanos acudí la noche del viernes 20 de Febrero de 2009 al primer ensayo de los establecidos tanto para el paso de misterio como para el palio. Ensayo que venía  precedido por la “igualá” que determinase quien de los citados siete sería el elegido, el “ungido” con las yemas del capataz, para completar la cuadrilla. Y Ella convirtió su Esperanza, mi Esperanza, en la realidad más difícil de narrar, de contar, de describir. Siempre me habían dicho: “Si Ella quiere, serás su costalero”. Y quiso. La voz de Antonio Santiago diciendo: “y en cuarta entra…”, provocó que los ojos del resto de los costaleros y de los allí congregados se clavaran en mi, dándome testimonio de que efectivamente, pese a mi incredulidad, estaba dentro.

Para un cofrade, para un macareno, para alguien que siente y vive la afición al mundo del costal como algo intrínsecamente ligada a mi persona, la Madrugada del Viernes Santo comienza un mes antes con los ensayos, en los cuales debes estar por y para la hermandad, para la cuadrilla y, especialmente, para Ella. Cada uno de los cuatro ensayos desembocan en ese momento en el que el listero te hace entrega del “trabajo” y  junto a tus compañeros te pones a los pies de tus Sagrados Titulares para agradecerles todo lo que cada día hacen por ti, por tu gente, por tu vida. Y también, justo es decirlo y reconocerlo, para hacer un ejercicio de humildad y de reconocimiento de que uno no siempre está a la altura de lo que Ellos requieren de mí.

Que cada madrugada es única y diferente, es algo que no voy a descubrir yo. Realizar la Estación de Penitencia con Nuestros Titulares es algo que muchos esperamos a lo largo de todo el año. Pero, desde unos cuantos para acá, existe en mi vida otra madrugada tan especial o incluso más, que la vivida en la Semana Santa.

Dentro de pocos días bajará de su camarín para ser honrada y venerada por miles de devotos y devotas de todas las partes de Sevilla, de España e incluso del mundo. Es visita obligada a Sevilla para mí, pues las fechas próximas a la Navidad tienen un significado concreto. Amén de residir unos días junto a mis hermanas y hermanos macarenos, de pasear por las plazas y calles hispalenses, de contemplar los belenes que hermandades y asociaciones montan con admirable esmero,… hay algo que está marcado en rojo en mi almanaque particular: pasar una noche en Vigilia con la Santísima Virgen de la Esperanza Macarena.

Cuando apenas se han cerrado las puertas de la Basílica,  el 17 de diciembre, víspera de su festividad; cuando el silencio se adueña del barrio macareno; cuando la oscuridad se impone a lo largo y ancho de sus calles,… un rayo de luz, cual estrella de Belén, brilla con luz propia desde el interior del templo. Ella está allí, Ella es la que nos espera.

Su rostro revela el cansancio de toda una jornada, pues cientos de devotos se han postrado a sus pies, han besado sus manos, le han implorado y suplicado, han llorado ante su presencia. Y Ella ha escuchado todas y cada una de las peticiones que le hemos hecho, ofreciéndonos su aliento de Esperanza con la fidelidad que una madre hace con sus hijos.

Sentados en torno a Ella, dirigimos nuestra mirada a sus ojos, pues cuando la Esperanza nos habla, es imposible retirar la vista de su rostro moreno. Y nuestro corazón se ablanda como si la suavidad de sus manos lo estuviesen acariciando; nos sentimos abrigados y protegidos bajo el cobijo de su manto y así, recogidos en su regazo, rezamos el Santo Rosario con una solemnidad inédita. Y todo ello en presencia del Hijo, quien  atento desde la penumbra de su capilla, contempla Sentenciado como por Ella nos acercamos a Su Palabra. ¡Y es que es tan grande su bondad y su misericordia, que no le importa cederle su lugar por unos instantes!

La otra Madrugada, la que estás deseoso de iniciar y que te resignas a que concluya a pesar del cansancio, no es tan fácil de narrar. Es un sinfín de sentimientos que se acumulan a lo largo de las 12 o 14 horas de procesión y que pasan meses hasta que por fin soy capaz de ordenarlos en mi mente. Como costalero hay que salir a darlo todo, sabiendo compaginar el esfuerzo físico con el mental. No caben escusas, no vale arrugarse, hay que ir y estar con los cinco sentidos, sin dejarte llevar por las emociones – a veces cuesta y mucho – y teniendo siempre muy presente que la auténtica y verdadera protagonista es Ella.

Como cristiano, como cofrade, como macareno, son horas en las que prácticamente acaricio el cielo. Las calles están repletas de ángeles que la contemplan con la devoción que Ella solo merece. Desde el interior del paso llegan todos y cada uno de los sonidos que la madrugada del Viernes Santo nos ofrece. Sonidos que proceden de esos corazones que anhelan Esperanza, que ofrecen gratitud, que derraman lágrimas de dolor o felicidad… Sonidos del rachear de las zapatillas de unos costaleros que me protegen, que me miman, que me alivian y me animan. Sonidos de esas madres benditas, de mis Hermanitas de las Cruz, que no sé si rezan cantando o cantan rezando, pero que son capaces de traerme al presente a todos y cada uno de mis seres queridos que ya están junto a Ella en esa “otra carrera oficial” que a todos nos aguarda. Sonidos, en definitiva, que acompañan a este costalero hasta que entra el día… y de nuevo llegas a su barrio, donde sus vecinos se echan a la calle para recibirla en honor de multitudes, donde uno se siente abrumado por tantas y tan entrañables palabras y muestras de cariño. Pronto el palio cruzará el arco y a los sones del Carmen de Salteras, entonaremos su himno hasta traspasar la cancela que nos habrá de llevar a ese altar desde el que el Señor se convierte en alimento para nuestras almas en cada eucaristía.

Concluyo dando las gracias a “El Sentir Cofrade”,  blog que me acoge y me da la oportunidad de expresar mis sentimientos de Esperanza, y de un modo especial a la persona de José Antonio Rodríguez. Un abrazo macareno y mucha Esperanza para todos.



Si a Sevilla he de volver,
desde esta Castilla austera
que sea para agradecer
lo que por mi haces, Macarena



Ángel Hérnandez  Torres es un salmantino hermano y costalero de la Esperanza Macarena,agradezco que desde el primer minuto acogió con ilusión la participación en una sección de este humilde blog cofrade.
Así mismo Angel tiene un blog sobre sus vivencias Macarenas,la foto de la Esperanza Macarena es también suya.El Blog de Ángel es:



No hay comentarios: