viernes, 16 de diciembre de 2011

Sentimientos de Esperanza.Maria Santísima de la Esperanza Macarena,por Rosa García Perea


Por fin te veo entrar y sentarte, como siempre, en el segundo banco justo al lado de mi hijo. Te esperaba hace rato y hoy te has retrasado. Tu rostro parece más cansado que nunca. Después de unos minutos te arrodillas y te aferras con las manos al reclinatorio, pero no rezas. Hoy no te oigo rezar, hija mía. Ni siquiera levantas la cara para mirarme. Clavas la vista en el suelo como si toda la verdad se escondiera allí. Desde aquí puedo escuchar los latidos de ese corazón que a pesar de sus pocos años te han despedazado tantas veces y tú has vuelto a reconstruir. Pero no veo tus ojos implorantes clavarse en mí como todos los días. Y es que hoy no me miras, niña, no quieres mirarme y puedo leer en tus lágrimas que ya no puedes más. Tanto sufrimiento te ha dibujado una corona de espinas en la frente, igual a la que lleva mi hijo. Y te preguntas porqué pesa tanto la cruz, porqué ningún cirineo se acerca a ayudarte, para qué vienes cada mañana a este templo, si nada cambia, si la decepción te ha desgarrado en dos el alma y te ha arrancado las pocas ilusiones que te quedaban.
Y entonces soy yo la que quiere llorar, bajar del camarín, sentarme a tu lado, decirte que también soy Soledad, que también soy Amargura, que también soy Dolor, como tú. Que a pesar de que digan que parece que sonrío, no es verdad, hija mía. Cómo voy a sonreír, si Aquél que llevé durante nueve meses en mi vientre y parí con dolores de hembra está ahora ahí a tu lado oyendo la sentencia que va a condenarlo a muerte. Y esta pena me acerca a ti, niña, a tu tristeza. Mírame, no me niegues la mirada, por favor. De qué me va a servir que dentro de unos días me paseen bajo palio iluminando la madrugada más bella, y me griten guapa, y la gente llore a mi paso, si tú ya no crees en mí. Si no quieres mirarme. De qué van a servirme las flores, la plata, las saetas que pretenderán aliviar mi dolor de Madre, si ya no te oigo llamarme en tus rezos. De qué me van a servir las caricias de las plumas blancas que escoltan a mi hijo, si no puedo abrazarte y evitar tu crucifixión. Ya sólo seré una imagen. Por eso hija mía, soy yo la que te pide que levantes el rostro ¡por favor mírame! porque si no me miras dejaré de ser la Esperanza.

Rosa García Perea es escritora y editora de Jirones de Azul,así mismo publica sus historias en un bello blog titulado Arena en los Zapatos.
Blog de Rosa
http://arenaenloszapatos.wordpress.com/">

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