martes, 17 de enero de 2012

La Luz del Corazón en San Vicente


La tarde era fría y lluviosa y el tiempo no invitaba a salir de casa,pero ese día tenía un compromiso al que acudir y siempre le gustaba año tras año presentarse allí.
Si bien era vecino del Barrio de San Vicente su labor no le dejaba acudir todo lo que quisiera a ver a su Señor de las Penas,pero siempre intentaba acudir cuando el mismo estaba expuesto en el altar de la Parroquia.
La tarde le recordaba a otra en la que había acudido también a los cultos de la Hermandad de las Penas,acababa de montar su pequeño negocio de espartería y en la puerta se asomó una mujer con lágrimas,su marido acababa de morir y el casero le había puesto de patitas en la calle,aquella mujer era muy hermosa muy joven aún,según ella se encontraba sóla en la vida puesto que había llegado de otra ciudad ya que a su marido un soldado de la Guerra de África lo había conocido en Tetuán, allí el soldado le contó como era la España peninsular como era Sevilla y como era su Barrio de San Vicente y el cercano de San Lorenzo,poquito a poco se fue enamorando de aquel hombre,poquito a poco se fue enamorando de aquella ciudad de la que tanto le hablaba y poco a poco su idea era irse de la taberna sucia en la que trabajaba y poder viajar y comprobar esa luz tan lejana y a la vez tan cercana Tetuán.
También la mujer quiso ir a la antigua Híspalis porque su padre era de allí un día le habían mandado allí como comerciante y allí formó una familia hasta que falleció y ella se tuvo que poner a trabajar en aquel lugar al cual iban los hombres de guerra a saciar su sed de el calor que allí hacía,muchos compromisos le habían llegado,pero fue el de aquel joven militar ,que según contaba llevaba enrolado desde 1926 en la tropa de África el que le abrió los ojos y le hizo embarcar había España y hacía Sevilla.
Llegó el año de la exposición iberoamericana y quedó fascinada por los viejos edificios y por los nuevos,pero sin lugar a dudas le impactó la celebración de la Semana Santa y un Cristo que se decía que era obra de Roldán y había sido una de las Grandes tallas de la Casa Grande del Carmen que era ahora acuartelamiento militar,su marido siempre le hablaba de aquel Cristo explicándole que salió del Cuartel en el que se él se encontraba y que como tal le gustaba escoltarlo durante su estación de penitencia a la Catedral.
Los años fueron pasando,la guerra era muy dura y la posguerra aún más,un día su marido cayó enfermo y luego falleció,nadie se apiadó de ella,es más las deudas de su marido había un par de cafres que se la querían cobrar por su cuenta por ello entró en la tienda que vio abierta.
El espartero creyó la historia es más creyó que una persona de ella le sonaba muchísimo,sin lugar a dudas aquel comerciante era su padre que fallecida su madre no podía soportar el dolor de vivir en Sevilla por eso emigró al norte de África,a él lo dejó en la ciudad con su abuela puesto que tenía un local y un oficio que aprender,normalmente le escribía cartas,le contaba su nueva historia,le animaba a seguir adelante,un día la comunicación se cortó él quiso conocer a sus hermanos y una se acercó a su casa pidiendo auxilio.
El espartero custodió a aquella mujer en su local y en su casa ,ella le mostró las cartas y él normalmente se acercaba al Señor de las Penas para pedir su protección,allí el sacerdote les ayudó a que a ella no la molestaran más,sin lugar a dudas ella había acudido a casa de un hermano cuando más lo necesitaba y allí encontró cobijo.Y así lo recordó aquella tarde fría de Enero acercándose al Señor de las Penas de nuevo.
Y así es Jesús de las Penas es el cobijo del hermano necesitado,y así lo comprobamos en sus cultos cuando su altar se llena de velas Jesús ofrece la luz pero nos pide desde el suelo aún siendo dios que no dejemos caer al hermano que nos solicita ayuda y que como hermano ayudemos a la persona necesitada.

Foto Manuel Antonio Rodríguez Madrigal
Texto Jara

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