domingo, 8 de febrero de 2009

El Cristo de la Ventana


Era una lluviosa y fría mañana de principios del Siglo XVIII,el hombre recorría las calles intentándose llenar lo menos posible del barro del lodazal en que estaban convertido las arterias de la Ciudad.
Caminaba por una plaza donde se estaba haciendo el pan para la jornada,siguió su camino dirección a la puerta de Carmona.
La lluvia empezaba a arreciar y poco a poco se acercaba al final de la Ciudad por aquella zona,al llegar a la altura de San Esteban se detuvo y contempló la Iglesia cerrada pero pudo ver tras una ventana la imagen de un Cristo que lloraba.
Allí se puso a rezar, allí imploró a aquel Cristo que todo saliera bien, él se había visto envuelto en aquella discusión solo por defender lo que era suyo,en un principio no habían tocado nada que le pertenecía pero aquella bronca en la tasca pasó a las calles y a los patios colindantes de la taberna.La revuelta de los maleantes había acabado con su negocio de platería en las calles del Arenal,sin que los corchetes y alguaciles hubieran hecho nada por evitar la revuelta.
Se había enterado de que varios aquellos individuos eran de Alcalá y hacia allá se dirigía con paso firme,pero antes se detuvo antes aquel Cristo.
-No me gusta lo que voy a hacer-dijo-pero estoy en la ruina me han dejado sin nada y nadie me atiende,he cumplido con mi Rey terrenal con los impuestos pero no han hecho nada por mi,hoy Señor no puedo cumplir contigo ya que tendré que tomarme la justicia por mi cuenta si la Inquisición no lo hace.
Una vez dichas estas palabras se refugio en su capa y su sombrero y partió con una daga y una pistola bien cebada con varios frasquitos de pólvora.Las armas las tenía porque había sido soldado del Rey en el Nuevo Mundo.
Conforme iba amaneciendo la jornada se hacía mas desapacible,pero lo había pensado muy bien y no iba a dar marcha atrás,pensó en cuantas veces se habia postrado ante ese Cristo para que le protegiera de los maleantes durante el camino que le llevaba a los clientes y como siempre pensaba que podría ser el último.
Ya estaba a la altura del Humilladero de la Cruz del Campo,el viento era cada vez mas intenso y ya no quedaba nadie en el camino.
Siguió caminando y notaba como las fuerzas le flaqueaban los relámpagos se veían cada vez mas cerca y temía ser fulminado por uno de ellos,pero la sed de venganza seguía en su interior,no tuvo más remedio que parar en una ermita.El ermitaño lo atendió
-Pero hombre ¿cómo se le ocurre meterse en un camino?,en los años que llevo aquí no he visto día tan malo como este.
El hombre no respondió pero el ermitaño contempló sus armas y sus papeles en el una dirección,y sabía que nada bueno se traía su huésped.
-Amigo existe la justicia terrenal y la de Dios,no tomes la justicia por tu cuenta, quién lo ha hecho pagará pero no te arriesgues estos maleantes son de sobra conocidos,y en sus vidas hay un gran historial de sangre,tarde o temprano pagaran ante Dios sus pecados,pero tu hoy debes quedarte aquí.
Tras mucho insistirle y hablarle de aquella gente el platero decidió aceptar la propuesta del ermitaño.
El día siguió y la noche fue aún peor,el hombre tuvo que estar dos días en la Ermita,pero se dio cuenta que no sentía rencor y que incluso había mejorado antiguas heridas de guerra que le hacían pasra bastante mal aquellos días lluviosos.
Volvió a Sevilla y al entrar por la Puerta Carmona oyó una conversación en la que decían que varios famosos maleantes habían desaparecido en las aguas del Río Guadaíra cuando se disponían a asaltar una ermita abandonada en el camino que unía Sevilla con Alcalá.
El Platero tuvo sudores,la única ermita que conocía era aquella en la cual precisamente el había estado,no sabía tampoco como se había recuperado del dolor de las heridas pero se fijó en la ventana y vió el rostro de aquel Cristo que lloraba.
Comprendió que aquel Cristo le había neviado un mensajero para que volviera al camino trazado,al camino recto que siempre había llevado y comprendió que había recuperado parte de la Salud que había perdido tiempo atrás.
Al llegar a su casa del Arenal vio otro milagro su taller estaba recuperado y todo estaba dispuesto para volver a trabajar,como siempre cuando volvía de un viaje dio gracias al señor del Buen Viaje,el Cristo al que los viajeros rezaban a tras una ventana.
Como a este hombre Jesús dirige nuestro camino,el nos guía para que el viaje por la dura senda de la vida sea lo mas recto posible
Texto Jose Antonio Rodriguez Angel
Foto Jose Antonio Rodriguez Angel

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